Ella sentía a su alrededor los brazos fuertes, al mismo tiempo sus pezones golpeteaban contra los músculos planos de sus pectorales. Se movía divino, adelante - atrás, en círculos, en ochos: su vientre se deleitaba con el impulso delantero que propinaban sus bien formadas nalgas. De pronto hizo una pausa:
- ¡Te amo! -dijo jadeante y bañado en sudor, a punto del éxtasis.
- ¡No mames, Cállate! Y síguete moviendo! -ordenó sensual, poniendo su dedo índice sobre sus labios.
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