- ¡Eureka! ¡Lo odio todo! - dijo encabronadísimo, mientras se jalaba los cabellos trenzados con ideas grandilocuentes.
Y Nada se cagó de risa.
Primer vericueto transitorio de la estupidez de la intelectualidad.
- ¡Eureka! ¡Lo odio todo! - dijo encabronadísimo, mientras se jalaba los cabellos trenzados con ideas grandilocuentes.
Nada se cagó de risa y se dio cuenta de su propia existencia dentro del todo.
Revancha dominguera y de mala fe del primer vericueto transitorio de la estupidez de la intelectualidad.
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